Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios .
¿POR qué yo? ¿Por qué estaba tan segura de que no iba a decir que no? ¿Sabía aquella líder que solicitó mi participación que tenía algo que aportar al grupo?
Aunque servía como maestra de niños en la escuela dominical, nunca había dirigido otras experiencias de enseñanza en la iglesia. Esto sería un reto. Dije que sí, ayuné, oré y preparé el material sobre el tema escogido.
Al observar la participación activa del grupo, aprendí y disfruté la experiencia. Dios estuvo entre nosotras. Me sentí complacida de poder cumplir con la encomienda.
Pensé en cuántas veces podemos ayudar a otras personas, poniendo a su disposición los dones y habilidades que Dios nos ha regalado; y no lo hacemos. ¿Por qué? Dios puede bendecir a otras personas si aprendemos, entendemos, obedecemos y seguimos su voluntad. A medida que compartimos experiencias y conocimientos, creceremos y ayudaremos a que otras personas crezcan también.
Sa. Norma L. Santos (Fajardo, Puerto Rico
