Pon tu vida en las manos del Señor; confía en él, y él vendrá en tu ayuda.
UN día aprendí una lección importante sobre hacer un pastel. Después de mezclar todos los ingredientes, vertí la mezcla en el molde y lo coloqué en el horno. Después de 40 minutos, el aroma era tan bueno que no pude evitar mirar a través del cristal del horno. Observé que el bizcocho había subido y parecía que estaba listo. Así que apagué el horno y removí el pastel. Llamé a mi mamá, le mostré el pastel y le pedí que lo probara. Sin embargo, cuando lo partió encontró que el centro no estaba totalmente horneado. Me dijo que debí dejar que el pastel se horneara por otros cinco minutos.
Esta experiencia me recuerda cuán impacientes somos al esperar que Dios responda a nuestras oraciones. Mi impaciencia al remover la torta del horno es como nuestra actitud hacia Dios. A menudo queremos una solución rápida de parte de Dios, cuando la respuesta inmediata puede empeorar la situación. A menudo tengo que recordar que nuestro Dios obra en el tiempo perfecto, ni muy tarde ni muy temprano para ayudar. Podemos confiar en que Dios quiere lo mejor para nosotros/as y que veremos su gloria al final.
Sra. Marcelina Dewi Kumalasari (Jakarta Barat, Indonesia)
