Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios.
CUANDO me diagnosticaron cáncer del ovario, pasé horas en la Internet investigando mi diagnóstico antes de reunirme con mi oncólogo. En nuestra reunión tomé muchas notas sobre el cáncer, la quimioterapia y las posibilidades de recurrencia. Pero esa información no me dio paz. La posibilidad de recurrencia me paralizó. La tristeza comenzó a invadirme aun en momentos que debían ser los más felices de mi vida.
En respuesta a mis oraciones por sanidad, Dios me envió una hueste de ángeles: pacientes de cáncer más enfermos que yo testificaban de su fe viviendo su vida con gozo. Las amistades y los familiares oraban por mí. Los libros escritos por personas cristianas con cáncer me ayudaron a enfrentar mis temores. Los salmos me consolaban y los héroes de la Biblia me inspiraban. Comencé a experimentar a Cristo, el más grande de los héroes, caminando a mi lado, sanándome.
Mi tratamiento terminó y hoy me siento maravillosamente viva. Oré por mi deseo más profundo: la sanidad física real. En vez de esto, Cristo sanó mi espíritu, sustituyendo la duda y el temor con la confianza y la paz.
Sra. Lottie Guttry (Texas, EUA)
