Estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
ANTES de ir a Somalia como periodista, me dijeron que era un país olvidado de Dios. El clima es muy caliente, seco y carece de servicios de electricidad y agua potable. Visité un pequeño hospital que carecía del equipo más rudimentario. Allí conocí a dos médicos, ambos voluntarios.
Uno de sus pacientes era un trabajador que estaba gravemente herido, por pisar una de las minas ocultas en gran parte de la región. Al otro lado del pasillo había una joven terriblemente quemada, cuya choza se incendió después que una bomba, que ella estaba escondiendo para un grupo rebelde, explotó. El médico que la atendía le habló tiernamente, limpiando las heridas de la joven con gran ternura.
Como en muchos lugares, la muerte y la destrucción a menudo ocurren allí. Pero en medio del terror y el dolor observé a este médico arriesgando su vida para traer salud plena. Escuché compasión en su voz y la vi en su toque sanador. Sentí que estaba frente a la presencia de Dios, y sabía que Dios no había abandonado este lugar, ni ningún lugar de sufrimiento y dolor.
Sr. Larry Hollon (Tennessee, EUA)
