Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.
HACE doce años mi padre se suicidó. No se despidió ni dijo por qué lo hacía. Su acto destruyó a nuestra familia. Fue difícil aceptar que Dios permitiera que algo tan doloroso ocurriera.
Escudriñamos la Biblia buscando esperanza, paz y entendimiento. Cada día, Dios nos habló a través de la Biblia y a través de la bondad de nuestros hermanos y hermanas cristianos. Dios proveyó a nuestras necesidades diarias en muchas formas cuando estábamos demasiado acongojados para cuidarnos.
En Romanos 8.28, Pablo escribió: «Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman». Quizás nunca sepamos por qué nuestro padre dispuso de su vida. Quizás en esta vida no entendamos por qué Dios lo permitió. Pero estamos seguros del poder de Dios para disponer todas las cosas, aun la tragedia, para bien.
Dios tomó el sufrimiento de la muerte y lo tornó en una lección sobre el gozo de la vida. Hoy, los miembros de mi familia procuran escucharse unos a otros con mayor atención, nos apreciamos unos a otros mucho más, y atesoramos el tiempo que estamos juntos.
Sra. Maggie Silbernagel (Alabama, EUA)
