Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.
EN nuestra iglesia, al final de cada año escolar ofrecemos la oportunidad a los jóvenes que terminan la escuela y se gradúan del grupo de jóvenes para que se despidan. Escuchándoles hace poco según hablaban, estaba triste y animada a la misma vez.
Estaba triste porque la vida es dura para muchos de ellos. Algunos tienen padres divorciados. Otros, aunque materialmente son bendecidos, sufren un dolor emocional profundo. Todos son desafiados por una sociedad donde la violencia y el abuso de drogas predomina y la presión para acatar es fuerte.
Estaba animada porque había escuchado cómo el grupo de jóvenes había provisto aceptación, apoyo y un lugar seguro y acogedor para esos jóvenes compartir. Muchos confesaron que sin el grupo pudieron haber actuado con conductas destructivas provenientes de su soledad interior. Pero el cuidado genuino y el amor de otros jóvenes demostró de una forma tangible el amor de Dios. El amor de Dios expresado a través de nosotros a otras personas puede prevenir la tragedia, proveer plenitud y marcar la diferencia entre desesperanza y esperanza.
Sra. Sally Argent (Cabo Oeste, Suráfrica)
